Javier Sánchez: “Al informar sobre drogas no hay que buscar el titular llamativo sino la precisión”

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Javier Sánchez Arroyo, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Zaragoza y promotor y coordinador del centro Consumo ConCiencia, imparte en la APA el curso “Tratamiento de las drogas en los medios de información” en el que se pretende destacar la importancia de dar información rigurosa y sin alarmismo sobre el consumo de drogas para reducir sus riesgos.

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Este curso es una de las actividades de la asociación Consumo ConCiencia, que tiene como línea de trabajo de la reducción de riesgos, ¿en qué consiste esta perspectiva?

Es una línea nueva en Aragón, pero que lleva años aplicándose con éxito en otras comunidades. Trabajamos con un enfoque pragmático de que el consumo de droga existe y que aceptarlo es más eficaz para luchar contra problemas como las sobredosis o las adulteraciones. Así, ofrecemos servicios novedosos como información en puntos de ocio o análisis de sustancias a la gente que ha decidido consumir; son personas que no te van a escuchar si les dices que no consuman, pero nosotros les decimos, con mucho respeto, que no se pasen, que no hagan determinadas mezclas…

¿Cómo encaja en este enfoque un curso para periodistas?

Realizamos actividades formativas con distintos grupos: jóvenes, AMPAS, profesorado… Consideramos importante llegar también a los periodistas porque a menudo nos encontramos con informaciones que, no por mala fe sino por desconocimiento, son erróneas desde el plano químico-farmacológico e incluso crean problemas en el trabajo de prevención.

Por ejemplo en nuestra web escribimos a principios de verano un artículo sobre cómo se había tratado en El Mundo la noticia del desmantelamiento de un laboratorio de tucibi, un tipo de droga del que se contaban de forma totalmente equivocada la historia, los efectos… Queremos colaborar para que los medios ofrezcan información mucho más precisa. Solo así se pueden combatir mitos como el reciente de la droga caníbal, que no existe. Es cierto que hay estimulantes que pueden potenciar comportamientos agresivos, pero de ahí a que una sustancia tenga como efecto que vayas a morder a la gente, va un mundo.

Pero los efectos de las drogas son solo un lado de las informaciones, que suelen centrarse en los aspectos policiales o en los sociales.

Es cierto que el acercamiento a estas sustancias incluye muchos factores y que el problema de los medios no es que se centren en lo punitivo, pero puestos a abordar el consumo una vía más es dar información veraz, no buscar el titular llamativo sino la precisión. Los medios no deben reproducir informaciones alarmistas porque si dices que fumarte dos porros te conducen al psiquiátrico, trasmites una noción de peligro excesiva y pasa como en el cuento de Pedro y el lobo. Hay que ir siempre con la verdad por delante, porque sí hay sustancias muy peligrosas y advertencias de salud muy reales.

¿Qué hay que tener en cuenta entonces a la hora de escribir sobre drogas?

Para ofrecer una información lo más libre de prejuicios posible hay que explicar a la ciudadanía conceptos como qué es una droga, margen de seguridad o tolerancia y los rasgos de las distintas sustancias, pero también tener un buen marco general sobre los aspectos económicos o políticos.

¿Y estas ideas son también aplicables al informar de drogas legales como el alcohol o el tabaco?

Desde el punto de vista químico drogas son tanto la cafeína y la nicotina como la heroína, aunque desde luego sean muy distintos son efectos o sus riesgos. La clasificación de “drogas duras” no es científica y abogamos por una basada en sus efectos en el organismo porque el enfoque más adecuado es como un problema de salud pública.

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