José Hernández Polo presentó en la APA “¡Buenas tardes, Dios!”, una tragicomedia que critica la hipocresía de la sociedad franquista

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Un suceso real que le impresionó en su juventud ha dado lugar, más de seis décadas después, a la última obra del periodista Jose Hernández Polo, una novela titulada “¡Buenas tardes, Dios!” que en su origen y su ambientación muestra la faceta periodística del autor, pero que es, ante todo, una crítica de la hipocresía y la situación de la mujer en el franquismo. El autor, antiguo jefe de Opinión en Heraldo de Aragón, presentó el libro en la sede de la Asociación de Periodistas de Aragón, acompañado por Luis Beltrán Almería, catedrático de Literatura de la Universidad de Zaragoza y José Luis Trasobares, presidente de la APA, en un acto en el que se habló tanto de literatura como de periodismo.

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En la presentación, Beltrán señaló que en la obra de José H. Polo, que ha publicado más de 15 libros, se distinguen dos vertientes, la novelística y la didáctica, con libros de memorias o ensayo, que señaló estimar más, pero que “en esta ocasión confluyen”. El catedrático de Literatura calificó “¡Buenas tardes, Dios!” como un “alegato contra la hipocresía”, contado como una tragicomedia en la que confluyen tres relatos diferentes pero contectados: el drama de una mujer víctima tanto de un chantaje sexual como de la moral que la culpa a ella; el relato del paseo del protagonista que ordena la acción y aporta el aspecto cómico; y un epílogo que da la perspeciva de la generación siguiente “víctima y vengadora de la historia”.

Además, Beltrán relacionó el libro con la visión de la ciudad como “imagen del infierno” que se da en obras como “La peste” o “Manhattan Transfer”, así como las novelas de costumbres, “que hacen satira de un tiempo y personajes” y de las que dijo que aunque tienen mala fama es donde se incluyen obras como la de Proust. Como conclusión, Luis Beltrán afirmó que José Hernández Polo, “no solo es un maestro de periodistas, sino un maestro en sentido general”.

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En la misma línea, José Luis Trasobares destacó que Polo fue uno de los periodistas con los que aprendió el oficio, lamentando que en las redacciones se aparte a los veteranos “interrumpiendo la cadena de transmisión de la experiencia”. Sobre la novela, señaló que la base en sucesos reales es característica en la obra literaria de muchos periodistas, de los que consideró que “dentro suele haber un escritor, pero depende de su voluntad y capacidad de trabajo que salga”.

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JOSÉ HERNÁNDEZ POLO: “Los periodistas podemos sentirnos orgullosos de estorbar”

José Hernández Polo nació en Madrid en 1930, pero vive en Zaragoza desde 1961, cuando ingresó en la plantilla del diario Amanecer. A los tres años pasó a Heraldo de Aragón, donde se jubiló como jefe de la sección de Opinión y Colaboraciones, tras haberlo sido en Local; trabaj.o también como corresponsal de distintas publicaciones y en gabinetes de prensa. En el campo periodístico cuenta con distintos premios y es autor también de una nutrida producción literaria, que incluye novelas, cuentos policiacos, memorias y ensayos.

¿Cuál es la historia de esta novela?

Nació de una anécdota de cuando yo tenía entre 15 y 20 años y en una visita, que entonces eran una norma social, se contó la historia de una conocida, una viuda con hijos a la que alguien dio trabajo con la condición de hacerla su amante. Las mujeres la compadecían, pero el marido de la anfitriona hizo un comentario que me dolió, dijo a su esposa que no se le ocurriera invitarla a casa. La sociedad de postguerra era así de pacata y si se trataba de dominar a la mujer, todo el mundo encantado; pero a mi lo que más me ha molestado siempre es la hipocresia y ya entonces hice un esbozo que no pasó del cajón, pero que ahora he recuperado.

El título es bastante curioso

Parte de una frase de un pariente de mi madre, que decía que algunos indiciduos en cuanto suben un poco, dicen a Dios de tú. Es lo que dice el protagonista al pasar frente a una iglesia, cuando era norma descubrirse, y quiere mostrar su carácter fatuo, su orgullo hipócrita, porque la trama es que comete una canallada muy gorda.

¿Se puede relacionar entonces esta obra con su trabajo como periodista y columnista?

Yo creo que son dos cosas diferentes y no soy amigo de unirlas; pero es inevitable que se trasluzca lo que uno es y no se puede negar que el ejercicio del periodismo proporciona cierta facilidad. La historia aunque tiene esa base está literaturizada, aunque también me apoyo en hechos de la época como la entrada de las primeras mujeres en la Policía Municipal.

La verdad es que yo llegué al periodismo por la vocación de escribir. Publiqué mi primer cuento en los años 40, en una revista que se llamaba La Hora y seguí con varias cosas pequeñitas sin pensar en el periodismo, como dos cuadernos en una colección divulgativa, uno sobre Sorolla y otro sobre Zaragoza, que es una ciudad que conocía porque es de donde venía mi familia materna. Hasta los 31 años, porque tenía amigos periodistas, no ingresé en la Escuela de Periodismo y ya seguí. Vine a Zaragoza por mi familia y ya hice casi toda mi carrera en el Heraldo, donde estuve 28 años hasta que me jubilé y luego como colaborador; pero como bien sabemos, el periodismo no es solo y siempre escribir.

Los valores y comportamientos que se critican estaban muy presentes en la prensa, ¿cómo era el trabajo en esta época y cómo ve la evolución del periodismo hasta llegar a la crisis actual?

La libertad es el mayor tesoro del periodismo y fueron muchos años sin poder contar todo lo que quería; hasta el final, con la ley de Fraga, fue un puño de hierro que solo te permitía pequeñas rebeldías como dejar en blanco el hueco de las noticias censuradas. Cuando se acabó fue como pasar de tener un trapo en la nariz a respirar libremente. Ahora el poder también ataca a la prensa, pero siempre se puede responder a quien hace eso y durante el franquismo era algo institucional. Yo ya hace años que publiqué una columna que titulé “Estorbamos”. Los periodistas estorbamos siempre al poder y menos mal, es de lo que podemos sentirnos orgullosos.