Ramón J. Campo: “El periodismo de sucesos describe la sociedad, ayuda a entender la época en la que vivimos”

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La firma de Ramón J. Campo (Huesca, 1963) es una de las más conocidas del periodismo aragonés, ya que a sus ya 25 años en el Heraldo de Aragón suma distintos documentales y varios libros de investigación, ha publicado exclusivas tan detacadas como las del accidente del Yak-42 y con su trabajo ha logrado premios como el Ciudad de Zaragoza-APA (en dos ocasiones) y el José María Porquet. Su nombre está ligado sobre todo a sus trabajos sobre la estación de Canfranc, que sigue presentando en distintos foros, pero se va a estrenar también ahora su documental “600 años sin descanso. El Papa Luna”.

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Te has especializado en lo que clásicamente se llama periodismo de sucesos, que a veces se considera menor o sensacionalista, ¿qué crees que aporta?

Creo que es el periodismo más puro y natural. Vas a un lugar y cuentas lo ocurrido, sin más. Es una información que exige rapidez, lucidez, ser capaz de conseguir fuentes ciudadanas y que también requiere naturalidad para contar el hecho.

Y sobre todo destaco que el periodismo de sucesos describe nuestra sociedad, ayuda a entender la época en la que vivimos. Hace poco, en el barrio de Delicias hubo un crimen entre dos personas que vivían como realquilados en un piso, algo que parece una imagen de los años cincuenta y que muestra el empobrecimiento actual… Y si pensamos en problemas como el aislamiento y la soledad están apuntados en casos de hace años, como el radioaficionado del Picarral que asesinó a la mujer de la que se había enamorado hablando por su emisora porque ella no quiso ampliar la relación; o el del anciano de Fabara que muerto en su casa seis años sin que nadie le echase en falta.

Son temas con mucha carga de dolor y emoción, ¿cuáles son las claves para tratarlos en una noticia?

Sobre todo el respeto a las víctimas, que entiendan que tu labor es transmitir algo que ha ocurrido, y defenderlas siempre, porque hay muchas maneras de entender los sucesos. En el primer juicio por el secuestro de Publio Cordón, yo alucinaba de ver cómo los medios asumían la versión del GRAPO de que lo habían liberado… O en los casos de víctimas de ETA, en donde el Gobierno ha dejado por investigar unos 300 casos. Al menos, yo espero que llegue a juicio el asesinato de Giménez Abad, ahora que se ha reabierto el caso.

¿Y cuál tiene que ser entonces la posición respecto a los culpables del delito?

Es verdad que también es importante un respeto a los sospechosos o culpables, no hacer juicios paralelos; pero siempre hay que estar más cerca de la víctima, porque al final se te reconoce. En el crimen de Fago, me empeñé en explicar que fue un conflicto entre dos “neorrurales”, que no era una descripción de un pueblo del Pirineo, y no solo la gente lo agradeció, sino que el mismo asesino confeso me ofreció visitarlo el día del juicio; aunque lo decliné porque ese era un día para que estuviera con su familia, no para buscar una noticia sensacionalista.

Has revelado temas ocultados, como el robo de niños, o el accidente del Yak-42, con el mismo Gobierno escondiendo y falsificando datos ¿cómo se consigue esta información?

En frase de Paco Paricio, de Los Titiriteros de Binéfar, a los aragoneses nos llaman tercos, pero lo que somos es tenaces. Se consigue información siendo perseverante, insistiendo y encontrando gente en la Administración que entiende que defiendes una causa noble y que encontrar documentación es parte de tu trabajo. Y de nuevo la confianza de las víctimas es fundamental; un medio tiene que servir para vigilar al estado de derecho y para empujar a que no se olviden sus casos y se queden sin justicia; pero a la vez ellos te reconocen el apoyo y la constancia.

Cuando el accidente del Yak-42, las irregularidades eran claras desde el primer momento y el Gobierno reaccionó a las primeras informaciones con una carta de desmentido oficial en la que denunciaba fines electoralistas. La asociación de víctimas consiguió darle la vuelta a la versión oficial y dejó así un ejemplo para otros movimientos sociales, y fue por estar a su lado y darle voz por lo que tuve acceso a los documentos turcos que probaban que no se habían identificado los cadáveres.

Además de escribir en un diario, has tratado algunos de los temas mencionados en libros y documentales, ¿qué aportan estos formatos?

Los periódicos mueren cada día y estos formatos no solo permiten dejar un reflejo con más persistencia, sino que te sirven para abrir las orejeras en tu forma de trabajar, de tener que fijarte en la historia y el futuro y de esforzarte en revisar y dar forma. Es un esfuerzo importante, que pagas no solo tú con tu tiempo y tu salud, sino también tu familia, pero que te permite generar un trabajo más profundo y atractivo y recoger todo lo que has sabido.

Son varios los trabajos de este tipo en los que tratas sobre sucesos del pasado, sea Canfranc durante la II Guerra Mundial, Sanz Briz o ahora el Papa Luna. ¿Qué crees que aporta el periodismo a estos temas?

La historia es un lugar maravilloso para que nos movamos los periodistas, colaborando con los historiadores, a los que tengo gran respeto. Muchas noticias se pueden hacer en un día, pero en los archivos encuentras documentos que son joyas, que abren numerosas puertas para contar historias. En Canfranc los papeles sobre el tráfico de oro, me fueron llevando a otras muchas cosas: los presos, el tráfico de wolframio para el blindaje de los panzer, los judíos…

Tus investigaciones y libros sobre la estación de Canfranc han tenido mucha repercusión, ¿aún quedan temas por explorar?

Canfranc no deja de manar historias, es un lugar como la Casablanca de la película, pero real, por lo que fascina en todo el mundo. Este mismo año, estuvo una televisión japonesa grabando un reportaje y unas tomas subidas a la web de heraldo han sido el vídeo más visto.

Yo, si el tiempo y la salud lo permiten, tengo planes para una novela y una película a partir de la historia real, y que quiero que sirvan para conseguir el objetivo de la reapertura de la línea internacional en 2020. Es un proyecto que tiene razones políticas, medioambientales, económicas… y en que tenemos que colaborar todos para que no sea un sueño. Los aragoneses somos pesimistas y debemos cambiar, poner de nuestro lado para conseguir metas. Con Canfranc quiero utilizar el trabajo periodístico en el futuro de nuestra tierra.

¿Y qué destacarías de tu último proyecto, el documental sobre el Papa Luna?

El punto de partida es mi relación con Salvador Baena y José Manuel Arredondo, los forenses que a raíz de la gamberrada del robo del cráneo hicieron el estudio que acreditó su pertenencia. Y de ahí se repasa tanto la figura de un personaje, que es muy ignorada, como la de sus restos. Benedicto XIII fue para muchos Papa legítimo e incluso debía ser santo y es muy respetado en Escocia porque allí creó la universidad de Saint Andrews, que sigue siendo de las más prestigiosas. En cambio, en Aragón se han maltratado sus restos y se saca más valor a su figura en Peñíscola que en Illueca o Saviñán, así que muestra cómo somos los aragoneses con los nuestros.

La película se va a presentar el día 20 de agosto en Illueca y entre octubre y noviembre se emitirá ya en Aragón Televisión y en TVE; pero además enviaremos una copia al Vaticano, queremos que el documental sirva la Iglesia revise la imagen del Papa, ahora que al menos tenemos un cardenal aragonés.