A propósito del “escrache”

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Es por todos sabido que el esencial poder del lenguaje radica en que es capaz de nombrar la existencia de las cosas. Hace pocas semanas asomaba al idioma un concepto producto de nuevos tiempos donde se llevan a cabo nuevas acciones. Me refiero al concepto “escrache”.

Si visitamos en DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) en su XXIIª edición, no nos devuelve ninguna definición de este sustantivo que ocupa titulares de periódicos, discursos de tertulianos, claves de debates e intercambios políticos. Sí que nos ofrece la entrada de un verbo “escrachar”, identificado como perteneciente a un registro coloquial y de uso geográfico específico en dos países latinoamericanos, Uruguay y Argentina. Dos son las definiciones que nos ofrece el DRAE para este verbo:

1. tr. coloq. Arg. y Ur. Romper, destruir, aplastar.

2. tr. coloq. Arg. y Ur. Fotografiar a una persona.

Ambas definiciones resultan muy interesantes para el uso y aplicación que, en la actualidad, se está dando del concepto, que implica, sin duda, un uso metonímico de ya su anterior uso metafórico. Me explico: Internet nos ofrece información sobre el uso de este concepto que se utilizó de manera metafórica y nos ubica su origen indicando que la palabra nació en su uso político en 1995 en Argentina, utilizada por la agrupación de derechos humanos HIJOS para denunciar a los genocidas del proceso liberados por el indulto concedido por Carlos Menem. Apuntaba que se trataba de un uso metafórico pues con estos actos de denuncia se pretendía romper, destruir, aplastar un silencio y evidenciar la imagen de una determinada persona. Ahora, el castellano, conectando con el otro lado del Atlántico, retoma metonímicamente el concepto para indicar una acción mediante la cual se presenta una denuncia rupturista, aplastante que fotografíe la imagen, más profundamente humana, de determinados políticos.

No voy a entrar en cuestiones más técnicas sobre si el DRAE debería o no incorporar el término o bien sobre qué tipo de nuevo concepto, si es que lo es, estamos hablando, más bien, me resulta necesaria una hermosa reflexión de Amado Alonso quien, allá por 1965, afirmaba que “el neologismo, incluyendo la metáfora, responde a la necesidad de objetivar con validez estética una novedad psíquica”.

 

Dra. Manuela Catalá Pérez

Facultad de Comunicación

Universidad San Jorge