¿Periodistas ciudadanos o testigos de los hechos?

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En 2011, Sohaib Athar (@ReallyVirtual) retransmitió en directo en Twitter, aunque sin saberlo y de casualidad, uno de los acontecimientos más importantes de la historia reciente: el ataque y la ejecución del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden. Al parecer Athar fue el primero en dar la “noticia” – bastantes horas antes del mensaje oficial del presidente de Estados Unidos, Barack Obama – y además lo hizo en directo.

 
Es solo uno de los muchos “periodistas ciudadanos” que han sido bautizados así desde la irrupción de Internet y de lo que lo expertos denominan democratización de las herramientas de comunicación. Pero, ¿y si llamamos a las cosas por su nombre? Sohaib Athar fue un testigo presencial de un hecho; contó lo que vio, lo que escuchó y cómo lo vivió utilizando herramientas de comunicación del siglo XXI que le permitieron hacerlo en directo. Fue testigo de los hechos, lo contó, y punto. ¿O acaso alguien llamó “bombero ciudadano” al inmigrante maliense que escaló por la fachada de un edificio de París para salvar a un niño? No, él fue “el Spiderman de Mali”, “el superhéroe sin capa” o “el hombre araña de París”; porque ser bombero – o médico, o maestro, o policía, o abogado… y podríamos seguir – implica tener una formación técnica que permita trabajar con el máximo rigor y las máximas garantías. ¿Hay algún loco que se dejaría operar por un cirujano ciudadano solo porque tiene acceso a un quirófano y a un bisturí? Pues ya está.

 
A pesar de no defender esa idea de “periodismo ciudadano”, considero que la participación de la ciudadanía en el proceso de creación de noticias es fundamental y cada vez más importante y necesaria. Es una red de testigos desplegada por cada rincón del planeta que ahora, además, cuenta con la tecnología adecuada para transmitir lo que está presenciando y para tomar esas imágenes que en muchos casos son más valiosas y significativas que las que pueden tomar los medios de comunicación. Su labor es básica, sobre todo, en situaciones de desastres naturales, atentados terroristas, guerras o países en los que los medios de comunicación están controlados por la censura; situaciones en las que los medios de comunicación llegan más tarde o directamente no pueden llegar. No obstante, ante estos millones de informadores ciudadanos y este exceso de información, es el periodista – y solo él – quien tiene la capacidad de gestionar, analizar, contrastar los hechos, contextualizarlos, contar con otros testigos que aporten su visión y con expertos y analistas que expliquen las causas y las consecuencias. Todo eso con la profesionalidad y el rigor ético que deben caracterizar a la profesión.

 

Lucía Aresté. Periodista