En España, un humor corrosivo e irreverente como el que se publica desde 1915 en la revista francesa Le canard enchaîné y en el más joven Charlie Hebdo solo ha sido posible durante breves intervalos. Y siempre con problemas. Ahora, a los eternos ataques a la libertad de expresión (procedentes de los ámbitos reaccionarios) se une la moralina pseudoprogre, que impone nuevas advertencias de obvia naturaleza puritana. ¡Ah si los dadaístas rusos o el propio Wilhelm Reich levantaran la cabeza!

Creo perfectamente absurdas las querellas de ese grupo de abogados católicos que llevan a los juzgados la dignidad de Dios, la Virgen y otras figuras fantásticas. Consideré injusta la condena a Mongolia por caricaturizar al torero y personaje del cutre-cuché Ortega Cano. Tampoco entiendo el fallo que les ha clavado más de 70.000 euros (entre indemnización y gastos) a unos ¡jueces! carcundas que publicaron un poema satírico sobre las idas y venidas por los escaños de las parejas de Pablo Iglesias.

Y en cuanto a la recomendación hecha a las escuelas navarras para que las/os alumnas/os analicen el contenido «sexista» de la canción de Amaral Sin ti no soy nada o la de Nena Daconte Tenía tanto que darte, me resulta incomprensible, porque ambas letras expresan la nostalgia por un amor perdido que lo mismo podría embargar a un chico que a una chica, y a nadie ofenden. Salvo que se sea muy modorra/o y adicta/o a los estereotipos más vulgares del formalismo feminista.

José Luis Trasobares. Presidente de la APA

 

Artículo publicado originalmente en El Periódico de Aragón