La FAPE advierte de que el constante vaciado de las redacciones es una mala noticia para la democracia en España

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La FAPE considera que el brutal ERE planteado por El Mundo, con más de doscientas personas propuestas para despidos, es una mala noticia para la democracia y el desarrollo de un país moderno y, sobre todo, para el derecho a la información veraz y de calidad a la que tienen derecho los ciudadanos.

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Además de pedir a la empresa editora que se replantee su política laboral y busque la viabilidad de mantener el máximo de la plantilla, en primer lugar, en beneficio de los lectores, los destinatarios del trabajo de los periodistas, una vez más queda de manifiesto la continua sangría de empleos que se viene produciendo en los medios de comunicación desde el comienzo de la crisis, reforzada por una reforma laboral desacertada, que ha dejado a las redacciones en España en una situación de total precariedad, vacías, sin periodistas, o con becarios recién graduados, incluso sin graduarse para poder obtener su beca, explotados con jornadas interminables y sin percibir remuneración alguna.

Mientras que en el entorno de la política la preocupación se dirige a la forma en la que se puede ejercer un control más férreo de los medios, propio de dictaduras, y se mantienen presiones de los poderes para tratar de manipular, bien desde la política o la economía, España se queda sin periodistas ante la pasividad de todos, aunque se continúan dando muestras diariamente de la labor que realizan los medios de comunicación en su lucha contra el poder, como lo prueban las decenas de casos de corrupción que han sido destapados por la prensa en los últimos tiempos, por ejemplo.

Desde la FAPE hacemos una llamada a la sociedad y a sus representantes públicos, para que reflexionen serenamente y en profundidad sobre lo que está ocurriendo y si piensan que es una buena situación para un país democrático, solamente entregado a las opiniones dispares y disparatadas, a veces, vertidas en las redes sociales, por supuesto sin confirmar ni contrastar y, en muchas ocasiones, realizadas desde la supuesta impunidad que facilita el cobarde anonimato.

Es preciso hacer también una llamada a los editores, tanto privados como públicos, para que asuman su responsabilidad ante la sociedad, en la misma línea que los periodistas, y cumplan con sus compromisos éticos sin tratar, en ocasiones, de anteponer intereses meramente económicos, incluso personales, a proyectos que deben ir dirigidos a algo tan honroso como es informar a la población desde una posición crítica, independientemente de su línea editorial.

Las asociaciones de periodistas mantendremos nuestro compromiso de luchar por un periodismo de calidad, elaborado con criterios profesionales, sirviendo a la sociedad, frente a todos los ataques que se vienen produciendo, desde la fuerza de la razón y comprometidos con los ciudadanos, para quienes ponemos en sus manos nuestros instrumentos de autorregulación, como es el Código Deontológico, independientemente de los casos que puedan plantearse en los tribunales ordinarios, si es que se producen errores.

Una redacción vacía, no sólo provoca tristeza y desazón, en primer lugar a quien se queda sin empleo, sino que es una imagen que define el inicio de la pobreza democrática de un país que debería ser puntero en la modernidad y el desarrollo. De ahí que haya que insistir, para el caso puntual de este ERE, en rechazarlo de plano y reiterar que se reconsidere su puesta en marcha y se reconduzca la situación, y sobre la prensa en general, que se haga una reflexión colectiva en beneficio de la salud democrática de España.